20 mayo, 2010


Instructivo N° 2


Algo pasa de repente; pareciera que el velo de la realidad no estuviera en su sitio, o se ha desplazado hasta darle un tono impresionista a las cosas. Usted cierra y abre los ojos, vuelca sus dedos en párpados, lagrimea hasta la náusea y repite la acción como una película de domingo a la siesta; la gente alrededor interpreta según su bagaje: pena de amor, consanguíneo terminal, querella administrativa, piedra en el zapato y los etcéteras. Los ojos colorados, llenos de agua y sal, son puertas abiertas a la imaginación de un testigo azaroso. Pero la cuestión es otra. Usted tiene la vista nublada como una foto movida y fuera de foco, tan molesta como la cacofonía de reciente lectura; la edad comienza a pasarle factura y aquí no estamos para rimas, que no es nada bonito descubrirse miope así sin más, en plena limpieza dental o la cola de un banco.

Todo sigue estando en su lugar, no se preocupe; todo sigue igual. Las manchas y sombras que se mueven y pululan alrededor siguen teniendo la misma importancia que si pudiera delimitarlas con vista de lince. Usted está ahora ante una encrucijada existencial, de esas que pueden cambiar la vida entera tras una simple decisión. Siéntese un momento y medite lo siguiente: hasta hoy, ha conocido un mundo, producto de la unión entre su interior y el exterior, este último llegado a usted a través del sentido de la vista. El mundo ha tomado forma a través de sus ojos, pero la triste realidad es que usted no tuvo la más mínima participación en el proceso creativo del mismo. El estar corto de vista abre entonces la amplia gama del lienzo, presto a embadurnarse ante el pincel del creador. Quédese miope y tendrá al alcance de la imaginación una explosiva forma de hacer su Big Bang con el mundo, o en el caso de ir a misa todos los domingos, crear un Edén a gusto y piacere, con el hombre a su imagen y semejanza. Tal tarea se presentará como ardua; podrá entenderse si usted está demasiado ocupado con deudas impositivas, problemas de reuma y horóscopos de diarios. Hoy le es imposible anexar a la vida una nueva vida sin dejar viudas estas cosas tan importantes para su integridad. Ya es usted una persona hecha y derecha y lo torcido no va con sus formas. Y por supuesto, la solución ante el dilema se encuentra en los anteojos.

Los anteojos cumplen la misma función que las muletas o los bastones; asistir a un impedimento físico para lograr ejecutar de manera normal tal o cual acción. Aún así, mientras estos ejemplos de ayuda no son muy bien vistos por la norma (alguien con muletas será un discapacitado y el que use un bastón es un viejo), quien porte unos anteojos no será para nada un chicato, sino que recibirá comentarios de aprobación y halago, como por ejemplo que su rostro está hermosamente enmarcado y hasta cambia su temple, haciéndolo mucho más interesante; inclusive varios lo confundirán con un intelectual catedrático o filósofo mundano, dependiendo del grado de barba que usted lleve. Si es mujer, la situación cambia. Una fémina sin anteojos podrá ser la más hermosa criatura viviente, pero con ellos será una vieja. No hay estudios certeros sobre el sentido social de tales costumbres, pero que pasa, pasa. Otra gran diferencia con los dispositivos de tracción antes nombrados es que mientras los primeros nos llevan, a los anteojos se los lleva. La idea de dependencia ante cierto objeto para realizar las cosas más cotidianas es aquí pisoteada por un simple adminículo que cumple la misma labor, pero de una manera mucho más pintoresca y cosmética.

Así será que para dar una imagen con la que usted se sentirá medianamente cómodo ante los demás, deberá pensar en qué es lo que quiere transmitir. Hoy ya no importan la graduación de los mismos y su efectividad, tanto como qué le darán los anteojos: popularidad, aceptación, exclusividad, diferencia, etcétera. Una vez elegido el diseño del marco que querrá para su estampa, ahora sí vaya a lo de un oculista para realizar las mediciones pertinentes. Mire con un ojo, luego con el otro, diga la verdad y no se haga el machito. Miopía, astigmatismo, hipermetropía, vengan de a uno o los tres juntos, nada podrán ante sus anteojos.

Una vez obtenidos éstos, hay que aprender a usarlos. El ser humano ha sido verdaderamente creativo a la hora de hacer buen uso de los anteojos. Elegir la manera de llevarlos puede ser tan simple como determinante; muchos optan por la elegancia, haciéndolos colgar por una patilla en los bolsillos del pecho en camisas o chalecos, otros interesados en lo moderno los ubican sobre la frente y encima de la misma, forma tal que cumple una doble labor, emitiendo una imagen fresca del rostro mientras sostienen los cabellos en lo alto de la coronilla, modificando inmediatamente el peinado; algunos que persiguen la intelectualidad los posan en las ventanas de la nariz, casi en el final de la misma. Y quien busque dar la impresión del pensar, no tendrá más que tomar los lentes y morder levemente una patilla durante un tiempo. El abanico de posibilidades es amplio; pero quien esté interesado en la función básica y primigenia de los anteojos, deberá abocarse a la misma palabra, donde está explicado el secreto. Los anteojos se usan ante los ojos y no en otra parte. Son pedazos de vidrio encajados en otro pedazo de plástico o metal.

Ya ubicados en su lugar, pruebe un rato. Primero intente mirar; a su alrededor, arriba, abajo, a los flancos. Reconozca todo aquello que le ha sido impuesto desde el momento en que abrió los ojos sobre el regazo de su madre. Mire la calle, los semáforos, la gente, los autos corriendo de un lado a otro. Notará que no hay mucha diferencia con las manchas que vio al quedar miope. ¿Sabe usted por qué tienen tanta prisa? Ni se le ocurra preguntarles. Alce un momento la vista por encima de las azoteas. A que nunca ha contemplado el cielo tan azul y las nubes tan blancas, ¿eh?

Vaya a casa tranquilo; todo está en su lugar. Una vez en el hogar, intente lo siguiente: deje de mirar. Ahora trate de ver. ¿Cree que los anteojos ayudarán a diferenciar una cosa de la otra? Ande, inténtelo. Vaya al baño. Véase en el espejo. Ese es usted. Esa es su mujer que llega del mercado con las compras del día a saludarlo. Esos son sus hijos correteando por la casa sin parar. Esos son los impuestos que hay que pagar antes del día diez. Esa es la televisión ejerciendo el reinado. Ese es el reloj despertador que sonará a las siete. Ese es el mundo.

Tranquilo. Siempre que usted quiera, puede sacarse los anteojos para que todo pierda el sentido, y como hablamos anteriormente, darle forma al nuevo mundo. De qué manera hacerlo, sólo usted lo va a entender. Si pudo dejar de mirar para ver, media batalla está ganada, dijo la frase trillada. Lo demás será libertad e improvisación.


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