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En la plaza hay albores de sol cuando el Queco llega y comienza a buscar un buen sitio de pasto y serenidades. Le es imperante descansar un poco la perspectiva, ya que hasta hace rato no ha hecho otra cosa que mirar demasiada gente en la calle -e irremediablemente- sentirse muy solo. Y como los Quecos llevan de estandarte el amor a la soledad, tanto bullicio de veredas y peatones lo ha descolocado: lleva la nariz en...