29 abril, 2010


Momentos Irrepetibles 1


Hoy mientras viajaba en colectivo a la velocidad de las ciudades, abrí levemente la ventanilla para que corriera un poco de aire; fueron apenas dos centímetros. Cuando bajo mi mano y la apoyo en el regazo, por la abertura de la ventana entra revoloteando una hojita de árbol, da dos vueltas en el aire, y como buscando una caricia se posa en mi mano.

De manera natural recordé una noche mientras andaba en bicicleta, hace unos años atrás. Noche de domingo a la vuelta de la casa de Juan Manuel. La calle Laprida estaba desierta y yo transitando bien en el medio de la misma, cuando veo varios metros adelante cómo una hoja se desprende de una rama y lentamente comienza a descender. El movimiento fue tan natural que hasta el día de hoy recuerdo la sonrisa que se me quedó en el rostro; seguir el mismo ritmo del pedaleo, la misma dirección, ver cómo la hojita seguía cayendo, recorrer los metros restantes, alzar mi mano y tomarla cuando nuestros dos caminos se cruzaron de manera exacta.

O también el día que abrí un libro hermoso, "El Barón Rampante", de Italo Calvino, y buceando entre las hojas, como por arte de Maga encontré otra hoja, la de la foto que ilustra este texto.

Cuánta dicha en tan poco. Aunque la concesionaria, la tienda de ropa, las telefónicas, las publicidades, las casas de electrodomésticos, no piensen lo mismo.
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28 abril, 2010


Marañal 1

Para el camino personal, no hay mejor alumno y maestro que uno mismo. ¿Quieres aprender de los demás? Aprende. Así como cultivarás sus virtudes, también lo harás con sus errores. Siendo tu propio mentor, te equivocarás tú mismo y podrás enriquecerte de ello; teniendo un maestro, repetirás sus equivocaciones. Todo valor positivo en los demás alienta nuestro crecimiento interno; pero no hay valor mas entero y legítimo que el forjado a través de la propia experiencia.
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20 abril, 2010


Citas 2


You have chosen and clung to the chance they sent you,
Life sweet as perfume and pure as prayer,
But will it not one day in heaven repent you?
Will they solace you wholly, the days that were?
Will you lift up your eyes between sadness and bliss,
Meet mine, and see where the great love is,
And tremble and turn and be changed? Content you;
The gate is strait: I shall not be there.

Algernon Charles Swinburne, The Triumph Of Time.
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19 abril, 2010


Espejitos De Colores 1


No es saludable estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma.

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13 abril, 2010


Subir


En verdad, no importaba. Estaba lo concreto; lo inalterable. Era el final, tal como todos admiten la idea de lo perecedero en un gesto, una palabra o la vida misma. Ascender había sido un desafío absoluto; sin embargo, la metáfora perdía el sentido, ya que literalmente, situarse donde estaba le había costado sudor, padecimiento, y sobre todo un esfuerzo mayúsculo que caló hondo en su integridad física; el derrotero de los años estuvo presente en cada uno de sus pasos. Era sin duda un logro, con alguna que otra razón para objetar. Las decisiones, pero sobre todo el acierto en las mismas, nunca habían sido su fuerte. Quizá el motivo por el que huía de este tipo de compromisos, estaba relacionado de manera estrecha con la idea del poder. Nunca se había sentido a gusto en un contexto que lo elevara por sobre los demás, otorgándole el prestigio del liderazgo. Ya fuera por su patológico sentido responsable, que lo anulaba cuando la suerte de otros dependía de su voluntad, o porque en realidad, sospechaba que había nacido para ejercer dictámenes sin cuestionarse en lo más mínimo. Era entendible que su pasatiempo favorito fueran los rompecabezas; encajar era lo suyo. Igualmente esto era distinto. Nadie, sólo él, estaba envuelto en las consecuencias de esta decisión, vaga, insustancial, pero con variables que hubieran sido más provechosas y menos sufridas. El atajo, lo obvio, la comodidad, sin duda alguna eran la mejor opción. Pero pudo otra vez más esa intachable pulcritud moral, ridícula y pertinaz, que almidonaba toda su vida. Nunca entendió que un tigre, sin manchas, no es tigre. Eso tampoco importaba ya; porque a fin de cuentas, había llegado. Deshecho como nunca, contempló en la imagen de sus compañeros la placidez de lo simple, lo mundano y banal. Mucho antes, y ante aquella pendiente de escalones altivos, optó por la diferencia, cuando lo más acertado hubiera sido seguir la corriente. Comprendió que no era momento y lugar para dar el vuelco, y que otra vez, sus decisiones lo habían llevado por mal camino. Cinco pisos a pie eran demasiado. La próxima ocasión tomaría el ascensor.
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Mirar


Te busco, mira te encuentro. Llego hecho armazón, aquello que desprecias; un gesto complaciente, un vengo a ser lo tuyo. Me encuentro, observa me busco. Levita voz, en grito pequeño, baja y tiempo anhelado; labios del momento y saliva fuera, sueño placentero, pero eso: sueño. Ven conmigo, recorre esto que llevo a la intemperie; descubre mañana un día cualquiera y seguirá rígido, como una imagen, de a momentos antigua. Métete dentro luego. Abre. Mira. Eso soy, otra cosa; tócame siente, ven a construirme otra vez, siembra y déjame verte, hacer lo mismo contigo. Recorrernos.
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Citas 1


Fuera quedaba la "realidad", fuera había calles y casas, hombres e instituciones, bibliotecas y aulas... Aquí dentro había, en cambio, alma y amor; aquí dentro reinaban la fábula y el sueño. Sin embargo, no vivíamos en modo alguno aislados del Mundo; en nuestras conversaciones y nuestros pensamientos vivíamos a menudo en medio de él, aunque en un distinto campo; no estábamos separados de la mayoría de la gente por frontera ninguna, sino por una visión distinta. Nuestra labor era constituir en el Mundo una isla, quizá un ejemplo y, cuando menos, el anuncio de una distinta posibilidad. Por tanto tiempo antes solitario, conocí ahora aquella comunidad que se hace posible entre personas que han gustado la más absoluta soledad. Nunca más deseé tener un puesto en la mesa de los hombres felices, nunca más añoré las fiestas de los alegres, nunca más sentí envidia o nostalgia al ver las comunidades de los demás. Poco a poco fui siendo iniciado en el secreto de aquellos que llevaban "la señal".


Para el Mundo, nosotros, los marcados con ella, habíamos de pasar por personas extrañas, o incluso locos y hasta peligrosos. Eramos personas que habíamos despertado o despertábamos, y nuestra aspiración era llegar a una vigilia aún más perfecta, mientras que la aspiración y la felicidad de los demás estribaba en ligar cada vez más estrechamente sus opiniones, sus ideales y sus deberes, su vida y su fortuna, a los del rebaño. También aquí había un impulso, había fuerza y grandeza. Pero en tanto que nosotros, los marcados, representábamos la voluntad de la Naturaleza hacia lo individual y lo futuro, los demás vivían en una voluntad de permanencia.

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12 abril, 2010


Retoño


Por la ventana se desliza el témpano de una brisa, astuto y lugareño. Lo miras distante, anhelando que pronto haga albores en el calor de tu vientre. Estás seca de cuerpos, hambrienta y serena; ruges por la espalda y desatas un abrazo que se hunde hasta el rincón más austral, entre sábanas mojadas por el llanto de la piel, y surcos de erosión donde has pasado el tiempo. Sabes que la noche te ha dejado ausente, y a tu lado una silueta muta la forma, como algo que conoces y quisieras olvidar. Llevas la mano al pecho, lo descubres hasta impostar una caricia fría que te provoca. Pero es como retener el agua entre los dedos, algo antiguo e inevitable que vuelve a suceder por las madrugadas. Es la falta, son las ganas; el ansia de amanecer sobre el horizonte de un torso desnudo, que invente un despertar de consuelo y esperas. Es el tiempo en tus entrañas, serpenteando los anhelos de un quiebre en la virtud del cuerpo y su forma. Tus reglas se dispersan, más allá de ideas y convicciones, mucho más allá que una cita furtiva para colgar ilusión de meses y naturaleza. El amor ya no cuenta en la suma, sólo el resultado de lo inmediato. Hoy la prisa te ha vaciado las palabras y un presagio se dispara en tus actos, persiguiendo el hambre de una caricia fértil, que llene hasta rebalsar en vida. Y todo se apronta en silencio, duda y desenlace. Vigía, pronto estás de nuevo en el cuarto y el lecho. Por la ventana se desliza el témpano de una brisa, y en ese albor sientes que tu vientre se seca.
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11 abril, 2010


Tu ruta es mi ruta dijo Aníbal


Los Quecos son bastante chicatos. Todos hablan y conocen de la gran cautela en la que se mueven; inventar una acción casual sin que se resguarden al instante es técnicamente imposible. Pero todas estas virtudes (que ellos creen lo son) se deben a una sola cosa: anteojos. Graduados a la perfección, marco extra resistente, cristales irrompibles y a prueba de empaños. Sin sus ventanitas al mundo, no ven más allá de las narices.

Este Queco viene hecho pura atención, cosa normal, pero es que dentro de su accionar de piernas y pasos lleva un innato talento para tropezar con lo primero que se le cruza en el piso. Mira un pajarito en el árbol al cambiar de vereda, y ya está tirado boca abajo en el cordón, los anteojos que se van por la alcantarilla y adiós. El Queco abre los ojos y ve manchas divertidas en cada lugar, pero no para él, que ya lloriquea porque no sabe cómo volver a casa; encima el pantalón con tierra y la rodilla raspada. Su vista y las lágrimas le hacen un caleidoscopio en los ojos. Hasta que siente un aroma a danza, levanta su cabecita al cielo y el azul tiene un manchón incrustado que le habla.

–Queco, te caíste como siempre. Deberías considerar la posición horizontal para vivir, sería muy divertido, ¿no crees? –dice la Tita.

Ella sonríe pero el Queco no la ve hacerlo; lo siente y sabe. Casi que insulta, pero debe guardar las apariencias. Considera la huida, ve manchones de nuevo a diestra y siniestra y se toma la cabeza con las manos. La Tita le canta un viento de esperanza y extiende una mano.

–Ven conmigo –dice.

–¿Hay alguien mirando, Tita desvergonzada? –pregunta el Queco. –Es que...

–Ven –repite la Tita, se agacha junto a él y toma su mano.

El Queco siente miedo, espera una broma por parte de la muchacha, las piernas en el lago, gente y risas, burlas y dedos apuntándolo. Los dos se levantan y caminan por todas partes; la Tita da vueltas, inventa saltos, dibuja con sus pies los pasos de un baile, y el Queco no entiende nada de nada; sólo piensa en su casa y otros anteojos en el rostro. Luego de un zigzag improvisado, la Tita se detiene.

–Aquí estamos, Queco. Ve a buscar tus anteojos, te espero.

El chicato no entiende, tantea una puerta y se da cuenta que es la de su casa.

–Pero... –y se mete corriendo y a los tumbos. Vuelve luego con nuevos anteojos en sus ojos. –Tita, ¿cómo sabías?

–Pues no lo sabía, Queco. Creo que es simple. Tu camino es también el mío, ¿no?

El Queco no sabe qué decir, porque se siente bien. La Tita busca su sonrisa, y él se la da al momento. Quiere preguntarle algo. La Tita lo sabe y espera tranquila.

–¿Adónde vas?

–Para allá.

–¿Te puedo acompañar?

–Ven conmigo.

Queco y Tita se lanzan al camino y lo van construyendo a cada paso. La Tita da un salto floral y cuando cae, siente la mano del Queco en la suya, que la aprieta como con una pequeña caricia. Lo mira. Se ha sacado los anteojos.
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08 abril, 2010


Largada



Bienvenidos. Se abre aquí un nuevo camino, uniendo en esta bitácora todo mi anterior trabajo disperso por la web. La idea es volcar los escritos pasados en este sitio y hacerlo multitemático, dado el alto contraste en contenidos de mis anteriores blogs. A partir de allí, seguir creando desde este único espacio con (espero) cierta asiduidad. Les dejo entonces un saludo, y damos comienzo al desfile de relatos, instructivos, Quecos y Titas, citas literarias, poesía en prosa e intentos filosóficos.
Juan Cruz Mateu.
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